¿Por qué la devaluación interna no nos hace más competitivos?

26 jun 2013

La política monetaria ha sido tradicionalmente una de las vías de escape por la que los países han optado para corregir sus desequilibrios macroeconómicos, traducidos por lo general en crisis económicas o déficits en la balanza comercial. En general, la devaluación de la moneda es el método más práctico que han utilizado los Gobiernos para corregir tales desequilibrios. Los productos exportados se abaratan y, al mismo tiempo, los importados se encarecen, corrigiendo de una forma más o menos rápida y sencilla los desequilibrios con el exterior y sin necesidad de destrozar la demanda interna.

Sin embargo, en la Unión Europea, y en un contexto como el actual en el que existe un organismo supranacional como el Banco Central Europeo que tiene atribuida la política montaria y no cada país en particular, la solución no es sencilla. La diferencia de modelos productivos y de fases del ciclo económico entre los diferentes países que conforman la zona euro es tan grande que no es posible aplicar una misma política para toda la región. Las salida por exportaciones es clave, y para ello solo cabe una única solución: realizar una devaluación de facto, una devaluación interna.

Pero, ¿cómo lo hacemos? Muy sencillo. Reducimos los costes de producción de las empresas, en concreto, los más onerosos, que suelen ser los costes salariales; al hacerlo, se produce un doble efecto: por un lado, se reducen los costes de producción de las empresas, lo que ayuda a reducir el precio del producto; por otro, se reduce la demanda en el interior de productos y servicios, ya que la menor renta disponible de las familias reduce el consumo. El cóctel es perfecto: la balanza comercial se equilibra, al aumentar la compra de bienes desde el exterior por el menor precio comparativo de los productos y reducirse las importaciones, ya que los ciudadanos en el interior no tienen renta suficiente para adquirir productos desde el exterior. Todo ello a costa de reducir los salarios.

Sin embargo, este mecanismo no es la panacea, sobre todo mientras existan terceros países que sí controlan su política monetaria. Mientras éstos puedan seguir devaluando su moneda, sus productos volverán a ser comparativamente más baratos con respecto a nuestro país, lo que redundará en un mayor ajuste interno, y así sucesivamente ad infinitum. Es decir, otros países pueden abaratar sus productos con un menor esfuerzo y sobre todo, con una menor carga social y, mientras tanto, el ajuste que tanto esfuerzo nos costó conseguir se queda en nada. Además, la idea de intentar salir de la crisis mediante la comercialización de productos más competitivos con respecto al resto del mundo es poco más que absurda. ¿Queremos competir contra los tigres asiáticos cuyos costes laborales unitarios y flexibilidad para abaratar los productos es mucho mayor? ¿o, en cambio, preferimos producir bienes de alto valor añadido con un alto componente tecnológico que nos permita competir en calidad? 

Aún así, la devaluación no tiene que ser la solución. Si todos los países proceden de igual manera entramos en una guerra de divisas que solo beneficia a los inversores que buscan obtener un beneficio con sus decisiones al operar en el mercado de divisas. La economía tiene que fluctuar de manera natural, y las distorsiones que provocan decisiones de este tipo en materia económica pueden conducir a malas inversiones difíciles de liquidar más adelante. Ser competitivos sí, pero con las mismas reglas del juego para todos.

¿Es cierto el dato de PIB oficial en España?

21 jun 2013

Me gustaría compartir con todos vosotros este fantástico artículo de Juan Carlos Barba en El Confidencial,  en el cual se plantean dudas muy bien fundadas acerca de la cifra oficial de PIB de España. En concreto, Juan Carlos calcula que el PIB real estaría un 21% hinchado con respecto al PIB oficial. Aunque a simple vista pudiese parecer un dato sin importancia, tengamos en cuenta que muchos de los principales indicadores económicos están referenciados al PIB: deuda pública, gasto público, presión fiscal, etc.

Así, si las sospechas de Juan Carlos son ciertas, y parece que sí, el PIB sería de, aproximadamente, de 1,16 billones de euros, en lugar del oficial cifrado en 1,48 billones de euros, lo que podría explicar tres hechos claves de nuestra economía: 

  • En primer lugar, el alto nivel de desempleo, algo que no se explicaba desde Europa teniendo en cuenta la caída relativamente tan modesta del PIB, de tan solo el 3,6% desde el año 2007; tengamos en cuenta que, en Grecia, con un aumento en la tasa de desempleo muy similar a la española (16% más, el PIB ha caído cerca del 20%.
  • En segundo lugar, la caída en la recaudación fiscal. Los economistas no podían explicarse cómo es posible que la recaudación haya caído un 5,7% con la subida en los tipos impositivos que se dieron durante el año pasado. En realidad, con la cifra real de PIB, la recaudación habría caído tan solo un 3,1%, un dato que es perfectamente compatible con las fuertes subidas de impuestos.
  • Por último, los beneficios empresariales: según la Contabilidad Nacional, los beneficios empresariales están en máximos, lo cual es incompatible con la enorme cantidad de quiebras y problemas de acceso al crédito de la mayoría de empresas, en especial, de las más pequeñas. Es más, sería absurdo pensar que las empresas están despidiendo masivamente a  sus empleados mientras están obteniendo millones en beneficios.

Todo ello hace que, bajo mi punto de vista, las dudas de Juan Carlos acerca del PIB oficial estén perfectamente fundadas y alineadas con los datos reales. Si esto es así, la deuda pública quedaría cifrada en el 107%, un dato intolerable y lastraría aún más el crecimiento de nuestro país y la recuperación.

¿Sabes dónde se encuentra el mayor tesoro del mundo conocido?

13 jun 2013

En la isla de Manhattan, Nueva York, yace un descomunal tesoro del que muchos de sus habitantes ni siquiera son conscientes, y eso que se sitúa en uno de los lugares más transitados de la ciudad, en concreto, su distrito financiero. Se trata de la mayor concentración de oro del mundo, donde se acumulan cerca del 25% de las reservas oficiales de oro a nivel mundial.

Eso sí, por mucho que deseen sus habitantes, nadie que no esté autorizado puede verlos, ya que se encuentran a 25 metros bajo tierra o 15 bajo el nivel del mar en un subsuelo perfecto, ya que es pura piedra. No en vano, el lecho de piedra sobre el que reposa Manhattan es una auténtica garantía de seguridad, ya que es una de las pocas bases que se consideran apropiadas para aguantar el peso de todos los lingotes y del tremendo búnker en el que se sitúa la única puerta de acceso al oro.

Con estas medidas de seguridad se custodian las 266 millones de onzas Troy (8.273 toneladas) de oro, repartidas en lingotes de 12,5 kilogramos cada uno. A un cambio actual de 1385,20 dólares por onza, el valor del tesoro que la Reserva Federal custodia es de 368.410 millones de euros, lo que equivale a un 30% del PIB español.

Eso sí, los cazatesoros ya se pueden ir olvidando de él, ya que para acceder a la misma sin ser vistos tendrían que perforar tal grosor de roca que el estruendo que provocaría se oiría a más de 2 kilómetros de distancia. Tendremos con conformarnos con saber que, debajo del mismo suelo que pisamos en Nueva York, tenemos un tesoro cuyo valor serviría para sacar de la crisis a muchos países, y ya no digamos empresas y familias.

¿Es viable la creación de una gran banca pública en España?

11 jun 2013

Existe, desde hace algún tiempo, un consenso bastante fuerte entre los colectivos integrados en la izquierda española acerca de la creación de una gran banca pública que solucionase la escasez de crédito de las familias y pequeñas empresas y, de paso, sirviese como modelo de gestión eficiente y, sobre todo, de gestión ética. Sin embargo, dada la actual coyuntura, ¿podría ser viable una banca pública? ¿qué cantidad de capital exigiría?

Podemos pensar, sin temor a equivocarnos, que la gestión de una banca pública va a obedecer a intereses políticos o sociales en lugar de a intereses puramente económicos. Algunos pensaréis que, en este sentido, una banca pública puede ser un nido de corrupción y de enchufismo entre amigos y parientes de políticos, algo de lo que, al igual que ocurre con el resto de instituciones públicas, nunca vamos a estar exentos como ciudadanos.

Sin embargo, yo quiero ir un poco más allá y fijarme en la estructura de capital de la entidad bancaria. Poner en marcha una banca pública en una situación de crisis como la actual es poco menos que tarea imposible. De entrada, la cantidad mínima de capital que tendría que tener cualquier entidad bancaria es de 18 millones de euros. Sin embargo, ni siquiera con un capital social de 100 millones de euros se resolvería el problema moral de la banca. ¿Cómo ibamos a diferenciar, entonces, entre las pymes o familias que realmente necesitan crédito y las que no? Por tanto, el primer problema de la creación de la banca pública es la cuantía inicial que necesitaría para canalizar los recursos a los agentes económicos.

Dadas las inyecciones de capital que se han utilizado para nacionalizar la banca en dificultades, podemos pensar que los recursos monetarios iniciales para constituir una hipotética banca pública totalmente saneada sería de entre, aproximadamente, 30.000 a 50.000 millones de euros. ¿De dónde vamos a sacar este dinero? ¿Emitiendo aún más deuda pública e incurriendo en más déficit (que, por cierto, a diferencia del rescate bancario, esta deuda SÍ computaría para déficit estructural) cuando desde Bruselas se nos está exigiendo reducirlo?

Parece lógico pensar que no. Sin embargo, podrían caber dos posibles opciones para conseguir los recursos necesarios:

Por un lado, obtener el capital en los mercados financieros, tal y como sucede con la mayor parte de bancos privados. Sin embargo, el problema radica en cómo garantizar al inversor una rentabilidad mínima si, como hemos dicho, la entidad bancaria pública obedece a intereses sociales en lugar de intereses económicos. En realidad, ésta es la verdadera función de la banca pública pero ningún inversor (y me atrevería a decir que ninguna persona) va a renunciar a parte de su dinero si no es a costa de una rentabilidad económica (y no social). Por esta vía, a no ser que creemos un banco tipo SAREB que garantizara un 15% de rentabilidad a sus inversores, no podremos captar los recursos necesarios para su constitución.

Por otro lado, la vía más sencilla es disponer de un prestamista de última instancia. Es decir, que el Estado incurra en déficit público y, por tanto, en más deuda y que sea el Banco Central el que, en última instancia, asuma esa deuda; en definitiva, que el Banco Central monetice la deuda generada. Esta segunda opción es la, a priori, más sencilla y rápida pero no está exenta de problemas. Lo más probable es que el BCE haga caso omiso a esta petición del Gobierno; no tendría ningún sentido que desde Bruselas se esté obligando al Gobierno a realizar los ajustes necesarios para lograr el equilibrio presupuestario, y al mismo tiempo se esté financiando la emisión de más deuda porque, en este caso, la solución más sencilla sería que el propio BCE adquiriese toda la deuda del Reino de España directamente. Por lo tanto, esta vía es poco probable.

Por tanto, la única opción posible, no ya solo para la constitución de la banca pública, sino para solucionar los problemas de falta de crédito en España es la salida del Euro y la recuperación del monopolio de emisión de moneda por parte del Banco de España, solución que, por cierto, es por la que abogan los mismos colectivos de izquierdas. Y digo posible porque, bajo mi punto de vista, no es viable. Y no es viable por una sencilla razón: si el Banco de España se compromete a monetizar toda la deuda generada debido a la creación de esta banca pública, se producirá un aumento galopante de la inflación, ya que, precisamente, los recursos de ese banco público irían destinados a financiar los proyectos de inversión de familias y empresas, por lo que la pérdida de valor de la (neo)peseta está prácticamente garantizada.

En definitiva, la constitución de una gran banca pública no está exenta de problemas que pueden hacer que, paradójicamente, en lugar de facilitarnos la financiación, acabe traduciéndose en un mayor efecto desplazamiento por la mayor cantidad de deuda pública que deberíamos asumir.

Los gráficos: la mejor forma de analizar la economía

10 jun 2013

Tengo el placer de presentaros un nuevo repositorio de imágenes en Flickr donde iré colgando las gráficas económicas que me parezcan más relevantes dada la situación actual de crisis europea en la que estamos inmersos.

Todas las imágenes que vaya subiendo tendrán licencia Creative Commons con atribución de autor. Es decir, quien así lo desee puede disponer de ellas libremente siempre y cuando se atribuya al autor en el artículo en el que vayan a usarse. 

Bien es cierto que los artículos ayudan a pensar y a analizar los movimientos económicos. Pero siempre he pensado que son los gráficos los que realmente hablan por sí solos de la situación actual, además de ayudar a predecir la evolución futura de las principales variables e indicadores económicos.

Espero que os guste esta nueva sección. Podéis acceder a ella en todo momento pulsando el botón de Flickr que aparece en la parte derecha del blog.

¿Aumentar el SMI es la mejor fórmula para hacer crecer los salarios?

4 jun 2013

A raíz de las últimas recomendaciones del Banco de España en torno a la contratación de trabajadores por debajo del SMI con carácter temporal, se ha instalado de nuevo el debate en torno a cuál es el salario mínimo que todo trabajador debería ganar para disfrutar de una vida digna, siendo el Estado el que lo garantice mediante el control de un precio mínimo de contratación (el llamado Salario Mínimo Interprofesional).

Parece lógico pensar que si el Estado aumenta el salario mínimo de contratación por parte de las empresas, todos los trabajadores podrían acceder a un sueldo digno y que no les hiciese pasar penurias a final de mes, además de ser un aliciente perfecto para aumentar la motivación y productividad de los empleados. Sensu contrario, si los Gobiernos decidiesen bajar el SMI, los empresarios comenzarían a reducir los salarios para, de esta manera, reducir los costes laborales y aumentar su rentabilidad. Sin embargo, este argumento parece ser sólo válido si aislamos al conjunto de trabajadores del resto de variables económicas.

Si echamos un vistazo al salario medio de los países europeos en comparación con su Salario Mínimo Interprofesional, podemos advertir que no existe ninguna relación directa entre estas dos variables (evidentemente, la única relación . Es más, los dos países con mayores salarios carecen de SMI por lo que, en principio, los empresarios pueden ofrecer a los trabajadores el salario que estimen conveniente en relación a su productividad marginal.
 

Pero, como he dicho, no se puede analizar el SMI aisladamente. En concreto, he querido añadir la tasa de desempleo en la tabla por una razón muy sencilla que muchos economistas tratan de explicar: si el salario mínimo es muy elevado, la tasa de desempleo aumentará porque los empresarios no estarán dispuestos a contratar a un precio que es superior a la productividad marginal del empleado. ¿Qué quiere decir esto? Que si un empleado se merece, por su productividad, un sueldo de 1.000 euros y el SMI es de 1.100 euros, el empresario prescindirá de la contratación de ese empleado por considerar que no es un salario que merece, sobre todo para empleos de baja cualificación y alta rotación. 

Pues bien, a la vista de los datos esto es una verdad a medias. Si bien es cierto que los países con mayor desempleo de toda Europa (Grecia, España y Portugal) tienen SMI implementado, existen ejemplos de países con un elevado SMI que tienen una tasa de paro muy baja (4,90%), como es el caso de Luxemburgo o relativamente bajas, como es el caso de Holanda(6,50%). El desempleo no depende únicamente de los salarios, sino de la capacidad del país para absorber las demandas de los trabajadores. Cuanta mayor sea la cualificación y especialización exigida en el país y cuanto mayor sea el valor añadido generado, mayores serán también los salarios ofrecidos.  Cosa bien distinta es que un Estado imponga un Salario Mínimo muy elevado en comparación con la capacidad de las empresas para ofrecerlo. En este caso, no solo aumentaría el desempleo, sino también las contrataciones ilegales. 

Bajo mi punto de vista, lo ideal es que los salarios estén pactados entre los propios empleados y empresarios sin intervención estatal, algo que en la coyuntura actual no es ya que sea difícil de conseguir, sino que es prácticamente imposible dada la actual tasa de desempleo y las necesidad imperiosa de muchos ciudadanos de conseguir un trabajo a casi cualquier precio. En cualquier caso, el Salario Mínimo debería ser concordante con el modelo productivo de un país y flexible para adaptarse a los ciclos económicos. De otra forma, aumentar el SMI no solo no serviría para que los salarios crecieran, sino que podrían tener consecuencias bastante negativas para todos.

 
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