¿Se podría pagar un producto en otra cosa que no fuera la moneda de curso oficial?

22 feb 2013

Hace como cosa de un mes, me llamó la atención una noticia entre todas las que estaba leyendo: el País Vasco francés estaba comenzando a imprimir una moneda, llamada Eusko que iba a comenzar a entrar en circulación en aquella región. Acto seguido me pregunté, ¿y para qué iban a querer los ciudadanos del país vasco francés una nueva moneda, cuando no iba a servir ni para comprar ni para vender? Bueno, en realidad esta pregunta que yo, y mucha otra gente, nos planteábamos, no está correctamente realizada. Tenemos asumido que debemos pagar nuestras compras con nuestra moneda oficial (euros en España, dólares en Estados Unidos o yuanes en China); sin embargo, ¿qué ocurriría si pagásemos con otra cosa que no fuera la moneda de curso oficial? Ya respuesta, ya la adelanto, es... lo mismo que si comprásemos en esa moneda.

¿Podemos crear medios de pago diferentes al dinero?


El dinero es el medio de cambio por excelencia de cualquier economía, pero no tiene por qué ser el único. A medida que toda economía evoluciona, con ella lo hacen los medios de pago, incluso algunos que nosotros no los consideraríamos como tales. Pongamos una situación cotidiana. Vas a comprar el pan a la panadería de toda la vida pero en ese momento te das cuenta de que no llevas nada encima. Como conoces al vendedor, le dices que mañana le pagarás y él, evidentemente, acepta. En realidad, en ese momento hemos pagado emitiendo una promesa que, debido a la relación de confianza que existe, ha aceptado. Sin embargo, es muy posible que el mismo vendedor no aceptase esa promesa para una persona que es la primera vez que aparece por la tienda, sobre todo porque desconoce si esa persona va a volver a comprar en esa tienda y por tanto le va a pagar. 

 En el primer caso, el vendedor y el comprador se han puesto de acuerdo en la forma de pago empleada debido a la relación de confianza que les une y han creado un nuevo método de pago diferente al dinero contante y sonante tal y como lo conocemos; sin embargo, esa relación no se da en el segundo caso, por lo que el vendedor no le permite pagar al comprador de esa manera. Esta promesa de pago equivale a escribir en una hoja de papel:
Vale por cincuenta céntimos a pagar mañana.
Tal vez nunca lleguemos a pagar esa barra de pan y la promesa de pago solo quede registrado en la memoria de ambos (o bien, en el libro de morosos de la panadería) pero ha servido de medio de pago tan bueno como el dinero. En otras palabras, todos tenemos la capacidad de emitir promesas de pago a nuestro nombre.

Los medios de pago, basados en la confianza y las garantías


En definitiva, el poder crear métodos de cambio se basa en la relación de confianza que haya entre comprador y vendedor y de la capacidad que tengamos para pagarlo. Otra cosa es que el resto de personas o comercios nos lo acepten. Quizá el mismo método de pago empleado en otra panadería no sería admitido por el vendedor. Pero, ¿de qué depende que las promesas de una persona vayan finalmente a cumplirse? Básicamente de un elemento: de las garantías que ofrezca esa promesa

Si acudiésemos a una tienda, y prometemos pagar mañana lo que vamos a comprar hoy, lo que en realidad estamos diciendo es que haremos todo lo posible porque esa promesa se cumpla. En el caso de los vendedores, no solo confiarán en nuestras buenas intenciones, si no también en nuestra capacidad para pagar. Por muy bondadosos que seamos, en caso de no tener dinero suficiente para pagar, nadie nos va a fiar una venta. Por ello, es habitual que las promesas de pago lleven incorporadas una serie de garantías específicas que refuercen la credibilidad del comprador; gracias a estas garantías, el cumplimiento del compromiso ya no depende de la buena voluntad del deudor. Es decir, en algunos casos, el vendedor solicitará una garantía al comprador para efectuar el pago. 

Precisamente, los billetes y monedas no dejan de ser esos medios de pago que están respaldados por el Gobierno y que sirven como método de pago oficial. En este caso, el dinero nos da la confianza de que podremos utilizarlo en cualquier otro comercio diferente. Es decir, el dinero no deja de ser un método de pago que todos los vendedores aceptan como válido y, por ello, todos usamos en nuestro día a día. Si no fuese así, tendríamos que buscar un medio de cambio alternativo que nos diese confianza a todos. Por todo ello, aunque suene a perogrullo, siempre podemos utilizar métodos de pago alternativos al dinero, siempre y cuando el vendedor nos lo acepte.

La guerra de divisas, o cómo empobrecernos todos al mismo tiempo

19 feb 2013

Quien más quien menos ha oído hablar de la competitividad como solución a todos los problemas de la crisis a escala planetaria que con tanta virulencia nos ha golpeado. Tenemos que competir contra todos los países, tratando de colocar nuestra producción en aquellos agentes extranjeros que nos lo quieran comprar para, de esta manera, equilibrar nuestra balanza comercial y pasar a ser prestamistas netos con el resto del mundo, reduciendo nuestra elevada deuda privada.Y es cierto, tenemos que hacer que nuestros productos sean atractivos para los habitantes de otros países, y todo ello pasa por reducir su precio, pero ¿cómo hacemos esto?

Pues bien, una posible opción pasa por debilitar las monedas. De esta manera se consigue abaratar nuestros productos y servicios en relación con los productos y servicios ofrecidos por el resto de países. El proceso es simple: bajo mi tipo de cambio de manera artificial mediante una mayor flexibilización de mi política monetaria, lo que reducirá el precio relativo de todos los bienes y servicios del país y, por lo tanto, mis productos serán más atractivos para el extranjero. Todo parece sencillo salvo por un pequeño detalle: que todos los países buscan salir de la crisis mediante la misma fórmula, lo que hace que el efecto sea neutral. Ya lo decía mi profesor de matermáticas: menos por menos es más.

Pero no solo las economías en recesión se están sumando al carro devaluatorio. La masiva entrada de flujos de capital en países como China e India, cuyo sistema productivo se basa en gran parte en las exportaciones, hace que sus monedas se aprecien, lo que les lleva a tener que competir con los países en los que la política monetaria está siendo más flexible, como Estados Unidos o Japón, y opten por una debilitación de sus respectivas monedas con el objetivo claro de mejorar la competitividad pérdida. Vamos, nos encontramos en una guerra de divisas en toda regla.

Sin embargo, no todos los países se han subido al carro de la flexibilización monetaria. El Banco Central Europeo no se ha sumado a esta guerra, lo que hace que el euro se aprecie y nuestros productos sean relativamente más caros en comparación con el resto de países, debido sobre todo a las diferentes políticas fiscales llevadas a cabo en los diferentes países que componen la zona euro. 

Las consecuencias derivadas de esta apreciación conllevan la aplicación de mecanismos de corrección y equilibrio a nivel interno en cada país para contrarrestar este efecto, lo que comúnmente se llama devaluación interna y que por lo general se materializa en unos menores costes de producción, que si tenemos en cuenta las continuas subidas de los impuestos y del precio de la energía, todo ello se traduce en unos menores costes laborales, o lo que es lo mismo, unos salarios menores.

Si a todo ello sumamos los efectos negativos que tiene una devaluación de moneda sobre los ahorros (tras la devaluación, las rentas del trabajo y los ahorros se reducen automáticamente), nos encontramos ante una situación de empobrecimiento a escala mundial. Lo que, en definitiva, consigue la guerra de divisas no es empobrecer al vecino, si no empobrecer a todos los países al mismo tiempo. 




La fiebre del poker: un juego que mueve millones de dólares y aumentando cada día

7 feb 2013


Si hay un juego que está creciendo de manera exponencial durante los últimos años, tanto en número de jugadores aficionados como de profesionales, ese es el del poker. De hecho, tal es la popularidad que este juego ha adquirido que ya son muchos los que lo tienen como una forma de vida, participando en todos los torneos que pueden y pudiendo llegar a ganar cantidades ingentes de dinero.

Como cualquiera que esté interesado en la economía, quizá hayas leído algo de lo que está detrás del partypoker online, y quizá sea bueno profundizar algo más en la economía del poker.

Pagando el jugo

Muchos jugadores de poker confían en ganar los torneos que jugan como modo de vida. Sin embargo, vivir de ello no es fácil y todos han de superar una serie de obstáculos. Estos jugadores han de pagar un 6% en cada evento en el que entran. A pesar de la fiebre de los torneos televisados y esponsorizados como las World Series, la tarifa ha aumentado a lo largo de los años. Si el poker gana más popularidad y espónsores podemos ver un juego con un cada vez mayor movimiento de dinero. Sin embargo, parece más probable que continuemos en el mismo patrón en el que el dinero se canaliza a través de acuerdos de esponsorización para jugadores individuales.

Los economistas que estén observando el fenómeno del poker se habrán dado cuenta que independientemente de lo que los jugadores digan, la elasticidad precio de su demanda es reducida, es decir, aquellos torneos que tienen cuotas de participación elevadas, no tienen bajas participaciones. Los jugadores de poker están desesperados por oportunidades para el juego y no son particularmente sensibles al precio de los mismos.

La variedad de pagos hacen difícil para jugador profesional medir sus futuros influjos de dinero. Un jugador profesional podría ir unos pocos años sin ranking a los tres finalistas, pero finalmente gastandose cerca de 600.000 $ al año en cuotas de entrada y los gastos de vivir durante ese período.

The Economist

Precisamente, uno de los países donde el poker se está haciendo cada vez más popular es España, sobre todo el poker online. Mientras los casinos siguen siendo muy populares en Las Vegas, el poker online es muy popular en países como España.

El poker online compone dos terceras partes del mercado español de los juegos con dinero. En España, es preciso pagar el 25% de impuestos del beneficio de las salas de juego del sitio. Los sitios web de poker han visto 1500 jugadores con dinero de media, un 20% superior a cuando comenzaron. Es, además, un 40% de incremento sobre su punto más bajo en Junio. El crecimiento general en la economía del poker podría estar atribuída al marketing en España, donde muchas celebridades como Rafael Nadal han firmado, aumentado el reconocimiento y confianza en este mercado. 

 
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