Cuando los países Europeos adoptaron el Euro como moneda única en Europa, se unificó un mercado común al estilo de Estados Unidos de unos 300 millones de ciudadanos, pero cada uno de los Estados sabían que deberían renunciar a la soberanía de unas determinadas competencias, como la devaluación de las monedas o los cambios en los tipos de interés, que pasaban a ser competencia directa del Banco Central Europeo.
No es necesario contar las ventajas de un mercado común amplio: exportaciones de unos países a otros sin riesgo de tipo de cambio, movilidad de capitales entre los diferentes países libremente, y el contar con una moneda fuerte que pudiese competir con el dólar. Si bien, las desventajas se han hecho palpables con la crisis de deuda actual en la que estamos inmersos, pero también las soluciones, y una de ellas, quizá la más importante pasa por una armonización fiscal a nivel europeo.