Los créditos rápidos, una alternativa ante la falta de financiación

17 jul 2013

La sequía de crédito que nos afecta es ya una evidencia. Familias y empresas enteras se ven obligadas a hacer verdaderos malabarismos para mantener sus saldos de tesorería intactos o poco perjudicados. Mes a mes, las estadísticas del Banco de España nos muestran una caída continua en los préstamos concedidos a la vez que se está produciendo una amortización bastante importante de los ya existentes. Estamos asistiendo a un verdadero proceso de desapalancamiento, difícil a la vez que necesario.

¿Hay alternativas ante esta falta de financiación para atender pagos inminentes? Desde luego que las hay, aunque son más complicadas. Entre ellas destacan los créditos de concesión rápida para pagos menores, una nueva fórmula de financiación cuya característica más importante es la posibilidad de obtener una cierta cantidad de dinero en muy poco tiempo, tal y como vemos en la página de Kredito24.es, donde es posible obtener un crédito directamente desde la misma web y en tan solo 15 minutos.

Evidentemente, estas nuevas fórmulas de obtención de crédito están destinadas a satisfacer pagos menores, es decir, para atender pasivos a corto plazo, y no tanto como método de financiación de activo fijo. De hecho, uno de los mayores problemas que están teniendo las empresas, en especial las más pequeñas, es la necesidad de atender los pagos a corto plazo, lo que está llevando a miles de empresas en nuestro país al concurso de acreedores o, directamente, a la quiebra.

Y es que la excesiva exposición bancaria que las pymes tienen en España, hasta un 80% del total de la financiación empresarial, acompañado por el efecto Crowding Out y el excesivo coste de los préstamos bancarios en comparación con la media del resto de la UE, hacen que muchas empresas tengan que buscar nuevas alternativas viables de financiación y, en este sentido,  los créditos rápidos pueden ayudar a ello.

La insolvencia empresarial como responsable de la falta de crédito empresarial

16 jul 2013

Si hiciésemos una pequeña encuesta a los ciudadanos sobre la responsabilidad de la insolvencia de muchas familias y empresas y de la sequía de crédito, es muy probable que el resultado sea culpar mayoritariamente al prestamista. Sin embargo, y aunque es posible que las entidades bancarias hayan actuado mal en algunas ocasiones (en el caso de las preferentes, por ejemplo), rara vez es el prestamista el que tiene que asumir toda la responsabilidad de la mala inversión.

En concreto, solemos culpar a las entidades financieras de la falta de crédito y de la falta de refinanciaciones o reestructuraciones de deudas, lo que conduce a muchas empresas, sobre todo pequeñas a la insolvencia sin remedio; sin embargo, los últimos datos sobre tasa de morosidad del Instituto de Crédito Oficial (ICO), en el que dos de cada cinco préstamos concedidos por el organismo de crédito terminan impagados en algunas líneas, hacen pensar lo contrario.

A tenor de estos datos, cabe pensar si, al contrario de lo que nos dicen desde los grandes medios, el credit crunch no está tan relacionado con la insolvencia bancaria, como de la falta de confianza en los deudores, en especial los empresariales. Que el ICO, entidad pública que concede los créditos a aquellas pymes que no pueden obtenerlo por otros medios, tenga la mayor tasa de morosidad de entre todas las entidades financieras, incluida Bankia, y el hecho de que se esté produciendo el fenómeno conocido como Crowding Out, es decir, que los recursos se estén destinando a financiar el gasto corriente de el sector público en lugar de inversionesproductivas, además de tener el coste financiero por préstamo más alto de Europa, demuestran esta teoría.

Mientras no se produzca el necesario proceso de desapalancamiento financiero, será muy difícil reestablecer esa confianza. Las empresas y familias están tan endeudadas que las entidades financieras no desean conceder más crédito mientras no cuenten con una cierta seguridad de que se van a devolver las deudas. Y eso, ni siquiera una recapitalización bancaria y liquidación lo arreglan. El crédito depende de la confianza y ésta, a su vez, de demostrar la solvencia. Si alguno de ellos falla, el grifo del crédito continuará cerrado.

El detonante de toda burbuja crediticia: los tipos de interés artificialmente bajos

8 jul 2013

Muchas son las razones que los economistas han esgrimido para dar una respuesta a las causas de esta crisis. Desde la excesiva desregulación de la que han disfrutado los mercados financieros hasta el fuerte componente de gasto público que han utilizado los políticos como arma perfecta para ganarse el beneplácito de los electores.
Sin embargo, si hay una causa en la que todos los analistas económicos y financieros coinciden es que el elevado nivel de deuda existente en el sistema ha explosionado y, lo que se había convertido en el motor de la economía, el dinero barato, se ha convertido en el principal obstáculo a la recuperación. Un arma de doble filo que tiene sus origen en una expansión crediticia sin precedentes animada por unos tipos de interés artificialmente bajos.
Desde luego, si los tipos de interés son bajos, la rentabilidad exigida a cualquier inversión será, también, mucho menor a la que exigiría en condiciones normales. De esta manera, cualquier proyecto empresarial resulta atractivo a los ojos de todo inversor y lo que parecía inviable con un precio de la inversión normal se convierte en algo, no solo viable, sino rentable.
Evidentemente, unos tipos de interés artificialmente bajos sirven para animar la inversión en períodos de contracción económica o recesión, en la que lo importante es el aumento del empleo por el lado de la demanda agregada, pero son letales en períodos de expansión. Cuando los tipos de interés son bajos de forma artificial se crean burbujas en el precio de los activos, ya que todos los agentes comienzan a invertir al pensar que el precio de estos activos va a seguir subiendo pensando en que su valor va a seguir subiendo en el futuro. Recordemos: "la vivienda nunca baja".
Sin embargo, cuando la burbuja de crédito explota, se produce el desastre. Los agentes que se han endeudado comienzan a intentar liquidar sus inversiones pero, al hacerlo todos al mismo tiempo, el precio de estos activos desciende. Es más, como las inversiones son una porquería, no es posible venderlo ni siquiera a ese precio de adquisición y los agentes tienen que asumir pérdidas.
Para contrarrestar este efecto, es necesario comenzar con el llamado proceso de desapalancamiento. Los bancos no conceden crédito, los hogares tienen que reducir su consumo y gasto para resarcirse del efecto de esas pérdidas y las empresas no son capaces de producir porque no tienen ni acceso a la financiación ni una demanda que permita aumentar esa producción, lo que acaba haciendo aumentar la tasa de desempleo. Es un círculo vicioso que acaba en el desastre, con la necesidad imperiosa de cuadrar las cuentas estatales, subidas de impuestos y recorte del gasto público.
En resumen, los tipos de interés artificialmente bajos propician la recesión económica, todo ello auspiciado por las políticas expansionistas de los Bancos Centrales que conducen a inversiones improductivas. Solo tenemos que fijarnos en la burbuja inmobiliaria española y a la burbuja que se está gestando en China para darnos cuenta de que, aunque el crédito sea el motor del crecimiento, éste no puede mantenerse barato durante demasiado tiempo. Las consecuencias de ello son perfectamente conocidas por todos nosotros.

Hoy hemos dejado de trabajar para el Estado, y trabajamos para nosotros mismos

3 jul 2013

El día 3 de Julio es el llamado Día de la Liberación Fiscal en España. Esto quiere decir que, teniendo en cuenta el actual cuadro impositivo español, cada ciudadano deja de trabajar para pagar impuestos el día 3 de Julio y comienza a obtener ingresos para satisfacer sus necesidades individuales. Es decir, teniendo en cuenta todos los impuestos que pagamos los trabajadores  en la actualidad (IRPF, IVA, IBI...) pagamos al Estado el equivalente a 184 días de nuestro salario bruto; en total, un importe medio de 12.000 euros por trabajador.

Esta cifra representa, prácticamente, la mitad de lo que vale la productividad de un empleado en España. La mitad del año trabajamos para el Estado y la otra mitad para nosotros. De esta manera ciframos un esfuerzo fiscal que es, a todas luces, tan injusto como confiscatorio. Para protestar contra este expolio, el P-LIB (Partido de la Libertad Individual) ha repartido el pasado domingo en la céntrica plaza de Callao de Madrid, entre otras ciudades, octavillas en forma de billetes de 100 euros.

Vivimos en un país con un Estado sobredimensionado. Los ingresos que obtiene el estado no son, ni de lejos, suficientes para financiar los gastos del mismo. Sin embargo, los políticos parecen no querer verlo y nos imponen a los ciudadanos un sobreesfuerzo para tratar de mantenerlo estable, a coste de reducir la actividad económica y de emprobecer a los ciudadanos.

 
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