¿Por qué la política del BCE no acaba de llegar a la economía real?

8 sept 2014

El pasado Jueves, el Banco Central Europeo convocó una nueva rueda de prensa en la que se anunciaban más medidas no convencionales con el objetivo de luchar contra la deflación, entre las que se encontraban la reducción del precio del dinero al 0,05%, el anuncio de compras de activos titulizados (deuda bancaria vinculada a préstamos e hipotecas) o el establecimiento de un nuevo nivel en la facilidad de depósito que cobrará el BCE hasta el 0,20%.

Unas medidas que se suman a las anunciadas el pasado mes de Junio para luchar contra la baja inflación y que ya explicamos en un anterior post. Aquellas medidas no terminaron de tener la eficacia esperada y todo apunta a que, en esta ocasión, el mensaje que Mario Draghi ha lanzado a los mercados continua siendo más simbólico que efectivo. Pero, ¿por qué las medidas del BCE no tienen la eficacia esperada?

El mecanismo de transmisión de la política monetaria


En primer lugar, conviene recordar cuál es el mecanismo de trasmisión de la política monetaria. El Banco Central presta a los bancos comerciales al tipo de interés oficial con el objetivo de que éstos, a su vez, lo presten a familias y empresas, reactivando de esta manera el flujo del crédito. Cuanto menor sea el tipo de interés establecido por el Banco Central (que marca el precio del dinero), menor será el coste de pedir dinero al Banco Central, y mayor la liquidez de la que dispondrán los bancos para prestar.

Una vez que los bancos comerciales han utilizado estos fondos para prestárselo a familias y empresas, pueden depositar el exceso de liquidez en el Banco Central mediante su facilidad de depósito, que normalmente se remunera a un interés fijado por el BCE y que, desde Junio, es negativo; esto quiere decir que los bancos cobran una comisión por esta liquidez sobrante

Además de estas medidas convencionales, los bancos centrales han comenzado a utilizar los llamados instrumentos no convencionales de política monetaria, que consisten fundamentalmente en la compra de activos de diversos tipos, como la deuda pública o las titulizaciones hipotecarias, para reducir la carga de la deuda adquirida por los bancos y los estados y, de paso, inundar de más liquidez al mercado.

Es decir, los Bancos Centrales utilizan a los bancos comerciales para transmitir toda esa liquidez generada a la economía real con el objetivo de evitar espirales deflacionistas que causen más problemas en el futuro. Es lo que normalmente se conoce como darle a la maquinita de crear dinero para generar una inflación cercana al 2% . 

Pues bien, este mecanismo de transmisión está, en la actualidad, roto. La política monetaria ya no es efectiva. Y no es efectiva porque estamos errando los términos: la crisis no es de liquidez, sino más bien de solvencia.

La velocidad de circulación del dinero: esa gran olvidada


La ortodoxia financiera legitimó la interpretación neoliberal de Milton Friedman y Anna Schwartz. Lanzar dinero desde un helicóptero no era la solución porque la velocidad de circulación del dinero no es constante. Como bien explica Juan Ramón Rallo en este vídeo, la teoría cuantitativa del dinero no es correcta, por mucho que se empeñen los Bancos Centrales en hacernos creer lo contrario.

En palabras llanas, los bancos no prestan los recursos obtenidos por los bancos centrales porque consideran que no existe demanda solvente en la economía real. El elevado nivel de deuda en el sistema sigue siendo, aún a día de hoy, insostenible. No en vano, mientras los bancos pueden obtener el dinero prácticamente gratis a través del BCE, tanto las empresas como los ciudadanos tienen que asumir un coste de financiación de más de un 10% en muchos de los créditos. 

Esta es la principal razón por la que esa inyección de liquidez no llega a la economía real, utilizándose para otras inversiones alternativas, especialmente la financiación de títulos de deuda pública. Es decir, los bancos han utilizado la liquidez del Banco Central para comprar títulos de deuda pública (el famoso carry trade), reduciendo de esta manera la prima de riesgo de los principales países europeos.

Y si esta liquidez no llega a la economía real, tampoco se produce inflación. O eso es lo que creemos a tenor de las estadísticas oficiales proporcionadas por el INE. Sin embargo, esto no es así dentro del circuito financiero. Existe una brutal sobrevaloración de activos que está provocando burbujas financieras tanto en Bolsa como en deuda pública. Inflación se produce, y mucha... si tuviésemos en cuenta el precio de muchos de los activos que se obvian al hablar de inflación.

En definitiva, vamos la dirección de la política monetaria tiene más de simbólica que de efectiva. Los continuos mensajes que Mario Draghi lanza a los mercados han servido de bálsamo para calmar la situación financiera pero, en esta ocasión, y suponiendo que finalmente saque toda la artillería, podría estar sentando las bases de la próxima burbuja financiera... sin haber solucionado todavía los graves problemas estructurales de la que todavía adolece la economía europea. 

La solución no pasa por inundar de liquidez al mercado. Al menos, no sin antes solucionar los problemas de solvencia. Todavía existe un volumen de deuda privada muy elevado como para seguir emborrachando al alcohólico.

 
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