El excesivo nivel de
deuda que
todavía tenemos en nuestro sistema sigue siendo un lastre para la mayor parte
de empresas, muchas de las cuales se ven obligadas a quebrar o a reestructurar
su plantilla. En España, este fenómeno ha sido todavía más virulento como
consecuencia del pequeño tamaño empresarial de las empresas, mucho menor al del
resto de Europa.
Las
pymes y micropymes constituyen el motor económico de nuestro país. El 98% de
las empresas tienen menos de diez trabajadores, y generan en torno al 50% del
total del empleo. Sin embargo, su
estructura les hace ser más vulnerables a las crisis económicas y financieras.
Según el Instituto Nacional de Estadística, las quiebras de sociedades de
menos de cinco trabajadores han sido, de media, un 10% mayores en el periodo
2010-2014, mientras que las empresas de más de 20 trabajadores, apenas alcanza
el 2%.
Además,
las empresas medianas son más productivas, tienen mejores salarios, los
servicios y productos que producen suelen tener mejor calidad y un precio más
reducido. Por todas estas razones, la mejora en la competitividad de las
empresas españolas y, por extensión, de toda la economía, pasa por aumentar el tamaño empresarial. Pero, ¿cómo se puede
conseguir esto? La tecnología tiene la clave.
Y es que,
todavía a día de hoy, existen muchas empresas que utilizan un sistema de
información inadecuado, lo que supone tener que incurrir en costes
innecesarios. Se trata de un aspecto fundamental, tanto a la hora de evaluar el
control interno, mediante sistemas de control de personal, como a la hora de
evaluar el control externo, tanto en nuestras relaciones con la Administración
como con otras empresas, mediante un software de coordinación
empresarial.
Una
empresa que incorpora las nuevas tecnologías es más competitiva, cuenta con
mayores y mejores recursos, es capaz de reducir costes y, por tanto, puede
crecer en tamaño y en previsiones de ingresos. Por el contrario, aquellas sociedades
que no invierten en tecnología acaban fracasando, especialmente porque no se
pueden adaptar al ritmo del resto.
La
tecnología avanza a pasos agigantados y adaptarse a las nuevas circunstancias
es clave para mantener la presencia
empresarial. Si hasta hace unos pocos años, tener una página web era un
valor añadido para aquellos privilegiados que podían permitírselo, en la
actualidad, no tener presencia en Internet y redes sociales puede suponer la
diferencia entre la continuidad y la desaparición.
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