Cuando los países Europeos adoptaron el Euro como moneda única en Europa, se unificó un mercado común al estilo de Estados Unidos de unos 300 millones de ciudadanos, pero cada uno de los Estados sabían que deberían renunciar a la soberanía de unas determinadas competencias, como la devaluación de las monedas o los cambios en los tipos de interés, que pasaban a ser competencia directa del Banco Central Europeo.
No es necesario contar las ventajas de un mercado común amplio: exportaciones de unos países a otros sin riesgo de tipo de cambio, movilidad de capitales entre los diferentes países libremente, y el contar con una moneda fuerte que pudiese competir con el dólar. Si bien, las desventajas se han hecho palpables con la crisis de deuda actual en la que estamos inmersos, pero también las soluciones, y una de ellas, quizá la más importante pasa por una armonización fiscal a nivel europeo.
¿Unificar o armonizar?
Hay dos términos que se están utilizando de manera equívoca en este proceso: unificar y armonizar. Pero hay que tener en cuenta que son dos conceptos diferentes.
Es sencillo. Unificar consiste en igualar los impuestos en cada uno de los países que tengan adoptado el Euro. Es decir, que los impuestos sean iguales en cada uno de ellos, tanto en tipo de impuesto como en tipo de gravamen. Por ejemplo, si España tiene un impuesto que grava al consumo, que aquí lo llamamos IVA, al 18%, que Alemania tuviese el impuesto con el mismo gravamen que España, también al 18%.
Lógicamente, la presión fiscal entre los diferentes países no es la misma, y es imposible que las políticas fiscales se pudieran igualar en el corto plazo. Es por esto por lo que se habla de armonización. Es decir, no se debería implantar de golpe una unificación fiscal de todos los países de la zona euro. Más bien, deberíamos hablar de una aproximación de las legislaciones en materia fiscal de estos países.
Esto se lograría modificando las legislaciones de cada uno de los países en materia fiscal, para limar las disparidades que pudieran existir. Esto ya venía recogido en los Tratados de Roma, que marcan el inicio de la Unión Europea como tal.
Esto se lograría modificando las legislaciones de cada uno de los países en materia fiscal, para limar las disparidades que pudieran existir. Esto ya venía recogido en los Tratados de Roma, que marcan el inicio de la Unión Europea como tal.
¿Porqué unificar?
Esto no significa que sea un único estado central a nivel europeo el que recaude todos los impuestos. No. Ya hemos dicho que Europa es un gran mercado en el que circulan libremente personas, capital, bienes y servicios. Para que esto sea operativo, y sobre todo los capitales puedan moverse libremente, necesitan que los impuestos aplicados sean similares.
Cuando una persona cambia de un país a otro de la UE, debería tributar por lo mismo en ambos países, de otra forma los precios se distorsionarían, por el mayor o menor gravamen de un tipo de impuesto en ambos países. Es decir, un producto en España no costaría lo mismo que uno en Francia, porque el IVA es diferente en cada país.
Es por esto que varios de los impuestos que más han estado en el punto de mira para su modificación son los impuestos que gravan el consumo: en especial el IVA y los impuestos especiales, como los que gravan el alcohol y el tabaco.
¿Porqué está siendo tan complicado?
Al igual que ocurría cuando se adoptó el Euro, esta serie de países tendrían que perder la soberanía en materia de legislación fiscal. Hay que tener en cuenta que los impuestos son una parte muy importante de los ingresos de los países, los cuales como cualquier empresa o familia cuentan con unos presupuestos para cubrir los gastos del año en cuestión. Bajar los impuestos supondría tener que renunciar a una serie de gastos.
Al contrario, subir unos determinados impuestos es una medida impopular, que haría que la renta de las familias descendiera aún más, y por tanto se penalizara el consumo. Es por ello que pocos políticos promueven este tipo de medidas.
En España, al igual que en el resto de países de la zona euro, además, muchos de los impuestos están cedidos a sus regiones, las cuales directamente tienen total autonomía para gestionarlos y financiarse sus propios gastos. Y éstas no están dispuestas a perder la soberanía que ya han ganado. Es más, muchas de ellas aún piden más autonomía en materia fiscal.
Mientras no seamos capaces de tratar de unificar de alguna manera la legislación en materia impositiva dentro de los países, se va a hacer ciertamente complicado, tratar de armonizar las legislaciones fiscales en Europa. Recordemos que países como Dinamarca o Finlandia tienen una presión fiscal alrededor del 50%, algo impensable en países como España en la actualidad a corto plazo.
Imagen : mpd01605
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